Buenas vibras

enero 26, 2007

Para traer buenas vibras a este blog y sacudirle un poco las malas, un cuento del taller de narrativa que escribí hace algunos años. El ejercicio era crear un texto que tuviera sentido con palabras aleatorias de una lista en la que no tenían ninguna relación entre sí. Éste es el resultado (bastante fumado, pero quedó interesante)...

Meditación


UNA CEBRA en el territorio de mis sueños. ¿Por qué una cebra estando aquí? ¿Qué soñaba? Pues ya no lo recuerdo...

Un aire frío, casi gélido entra por la nariz y abre mis ojos. La ventisca interrumpió mi sueño y se coló sin invitación por la ventana. El tiempo es un personaje tan extraño ahora, un desconocido, una caída lenta de hojas que alarga los días y rompe mi rutina con agudo silencio. Silencio. Esto es el Tibet, un reino de habitantes silenciosos y abiertos. Una moneda al aire que no cae nunca, sigue girando trabajosamente como esos cilindros de oración desgastados por miles de manos y miles de años. Mis pensamientos han dado suficientes vueltas y mi cabeza se siente como un trompo. Silencio... la compañía perfecta para alguien que, como yo, está en esta cama con la pierna rota gracias a ese instante de distracción que no fue mío. Un oficial chino que no sabe andar en bicicleta. Increíble.

Acomodo un poco la almohada y pienso que en este momento el grupo debe estar entrando en el Potala, mientras yo tomo mi libreta y hago el intento por copiar el candor del palacio de una postal mal impresa. Por la vía del recuerdo, imagino el aire misterioso que envuelve a los turistas en la entrada. La energía cambia de color y también los rostros. Y todo se ve azul, incluso en la oscuridad de los largos pasillos, pero la realidad se recupera al oír la voz del monje: “no picture please, 50-yuan-first”. Un gran negocio necesario para conservar el Potala, sus estatuas, deidades, caracoles y demás tesoros.

Ya no voy a dibujar ahora. La pierna rota, el aire frío, las telenovelas por cable dobladas al chino... simplemente esto no cuadra. Un nudo eterno se queda a vivir en mi garganta.

Ayer fue un buen día hasta el instante del accidente. Hoy sólo escucho como un mantra aquello de que “lo que pasa es lo perfecto” o “las cosas pasan por algo”. Pero quedarme aquí encerrada sin el esplendor del Potala es inaudito. Venir tan lejos para verlo de nuevo y estar así, persiguiendo un pensamiento de frustración tras otro, sin encontrarle final al día.

Supongo que tendré que seguir el consejo de Tashi y dedicarme a la meditación de tiempo completo. El único consuelo, me digo, es este cielo maravilloso a 5000 m de altura y lo poco que alcanzo a mirar de las dunas y montañas como jorobas de camellos somnolientos, caminando lento sobre el horizonte.

En fin... me tomaré las medicinas y de paso, estas semanas de reposo con algo de filosofía tibetana.

::claus

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