Lucha interior

septiembre 18, 2006

Ayer el espíritu viajero, aventurero y un tanto kistch me llevó hasta el Toreo. ¿Alguna vez han ido a las luchas? Resulta que es un interesante experimento para reconocer lo mexicano de la lucha libre y todas las facetas de nuestra compleja personalidad. Y por mexicano me refiero desde el chavito de 5 años (y seguramente habían otros más pequeños), pasando por niños, jóvenes, adultos de todas las edades, hasta la señora octagenaria [¿fan de Octagón?] que no se pierde ninguna función de su luchador favorito.

Es un desmadre. Primero para llegar a tu asiento, que por supuesto, previamente te ha estado calentando una familia de 'rudos' que no se quieren quitar de ahí porque juran que el criterio que se debe respetar es el del acomodador despistado que ahí los sentó. Vale gorro que los asientos estén numerados. Después de un rato de negociación diplomática, la familia accedió a moverse unos lugares atrás y todos contentos.

Todo chido, empieza el show, empiezan a pasar las chelas, las papitas y unos juegos de pirotecnia que te transportan mágicamente al incendio del mercado de Tultepec.

Y como el punto no es hacer una reseña del evento, sólo les cuento que cual telenovela [¿alguien sigue pensando que a los hombres no les gusta ver dramas?], uno va pasando por todo tipo de emociones diferentes - y no podía ser de otra manera, siendo que igualmente, cada lucha va pasando por cosas tan ridículas como dramáticas, pasan por lo inesperado, lo chistoso y lo francamente asqueroso. Digo, después de un rato se te hace normal esto de los cuerpos embarrados de aceite, sudor, sangre natural (y a veces artificial), diamantina y maquillaje.

Lo que no puede ser normal y es justamente la causa mayor de asombro entre chicos y grandes, es la fuerza y la habilidad de luchadores y luchadoras, de todos tamaños y pesos. Algunos de los detractores [¿o poco conocedores?] de la lucha libre, dicen que es coreografía, que es puro cuento, que esto no puede considerarse deporte, etcétera - Pero ver volar literalmente a una mole de más de 100 kilos, verlo dar piruetas, saber caer, levantar al rival o hacerle una complicada llave, lo hace a uno darse cuenta, primero, de la poca condición física de la que gozamos - y segundo... aplaudir, gritar y levantarse del asiento!!!!

¡¡¡Y qué tal cuando estás en la segunda fila y ves que esa masa de músculos está a punto de caerte encima!!! Emoción total al ver que casi nos lleva la parca... Literal. La queridísima Parca, esa que entra con la música de Thriller, ídolo popular entre niños y treintañeros, estuvo a punto de caernos encima. ¡De verdad! - No creas que amablemente van y te piden permiso para ir y aventarte a un luchador, o que alguien llega a pedirte que les hagas un huequito para que ahí aterrice Mascarita Sagrada. Es el factor sorpresa. Sólo espero que eso de ver a la Parca tan cerca no sea una señal.

Lo que sí, de plano me causa conflicto es lo de la lucha extrema... ¿qué necesidad de poner jaulas, estrellarse sillas, botellas, lámparas halógenas, palos y escaleras? Eso no me late. Neta. Es como de cobardes y le quita dignidad al espectáculo. Nada más hay que ver la cara de espanto de los chavitos que seguramente repetirán las mismas escenas en casa con el consecuente descalabro de alguno de sus amiguitos.

Y es que la pasión con la que la gente vive la lucha es impresionante. Hay chavitas de 10 años que se desbaratan y lloran cuando su galán de galanes "El Zorro" pierde la cabellera y es condenado a traer una máscara espantosa que oculta su venerado rostro. Y la ambulancia que siempre está lista afuera de la arena, es tanto para auxilio de luchadores en desgracia, como de señoras con taquicardia que tuvieron demasiado cerca el show stripper de "El Elegido" o que tuvieron la suerte de tocar a "El Intocable".

Por ahí dicen que este tipo de aventuras en las que uno grita, mienta madres, se emociona y recarga el cuerpo con adrenalina, seguramente nos hace liberar tensiones y relajarnos - Mejor que cualquier spa o clase de yoga. Pero a uno de nuestros acompañantes le pasó justo lo contrario - ¡Estaba estresadísimo! Era la primera vez que iba y supongo que no se sentía todavía muy cómodo expresando su furia frente a aquella desconocida multitud. Me decía "¡Es que cómo esto puede ser liberador, si yo estoy en el estrés total!". Al final de la última lucha en la que se enfrentaron mexicanos vs. gringos de la TNA, nuestro amigo ya no pudo más y dejó salir un estruendoso y cariñoso saludo a la infeliz procreadora de uno de los blondos adversarios.

Relax total.

Todos salimos convencidos de lo adictivo que puede ser la lucha libre y créanme que para olvidarse de las tensiones y relajar los músculos (exepto los faciales, porque te ríes tanto que sales con dolor de mandíbula), nada mejor que la lucha libre.

Claro, después del fútbol.

::claus::

3 comentarios:

Issa dijo...

Claus:

Felicidades por la decisión. Yo llevo más de 30 planeando escribir, y siempre termino no haciéndolo... siempre termino escribiendo para vivir, y no viviendo para escribir. Pero no me quejo porque aunque no escribo lo que debo, lo que sí escribo de vez en cuando sale bien, y ahí está Efectos, hablándonos a los que dejamos que nos hable. Bienvenida a bordo!

Está pocamadre tu blog.

Issa

Anónimo dijo...

I knew I should have studied my spanish more... ;-)

Anónimo dijo...

Felicidades! Está muy padre tu blog, que bueno que nos compartas esto. Gracias.

Concuerdo completamente contigo la lucha libre libera tensiones mejor que cualquier spa o clase de yoga. Comprobado!
Sólo hemos ido una vez pero en verdad es adictiva.

El día que fuimos recibí una llamada de un amigo super super fresa, después que le dije que estaba en las luchas pensé que jamás me volvería a hablar, pero al cabo de un par de semanas llamó. Creo que no lo podía dijerir su cabeza.

Saluditos
Bertha